En un acto solemne, en el que contó con la colaboración de la Ministra de Trabajo y los representantes de los agentes sociales, Mariano Rajoy firmó, en la Sala de Tapices del Palacio de la Moncloa, el acuerdo alcanzado a finales de año para subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). El acuerdo pretende situar el SMI, actualmente en 707 euros, en 850 euros en 2020, con subidas del 4% en 2018, del 5% en 2019 y del 10% en 2020. La subida, sin embargo, tiene dos condiciones: que la economía crezca por encima del 2,5% y que se creen 450.000 empleos al año[1]. Este incremento, afirman, busca acabar con la anomalía histórica de que el SMI no llegue al 60% del salario medio en el Estado español, tal y como recomiendan los organismos internacionales. Dicho salario medio ronda los 1600 euros mensuales[2], por lo que el SMI debería ser de 960. Ni cumpliéndose lo acordado se llegará a esa cifra.
Conviene hacer una pausa y reflexionar un poco sobre las cifras expuestas hasta ahora. El SMI es para una persona que trabaje jornada completa, es decir, 40 horas semanales a cambio de 736 euros, que es como quedará el SMI en 2018. ¿Cuántas cosas se pueden hacer con esa cantidad al mes? ¿Es posible pagar un alquiler/hipoteca, recibos, comprar comida, ropa, medicamentos…? Cualquiera que sepa algo sobre economía familiar sabrá que la cifra es ridícula, que apenas da de sí. Con ese sueldo adquiere todo el sentido la consigna “me sobra mucho mes al final del sueldo”. Explica también otra realidad evidente y dura de la sociedad española: más de la mitad de las personas que viven en hogares monoparentales está en riesgo de pobreza y/o exclusión social. Este dato se vuelve aún más preocupante si se tiene en cuenta la tendencia creciente de este tipo de hogares que, para ser precisos, habría que llamar más bien monomarentales (en el 81,3% de los casos, se trata de una mujer con hijos)[3]. El mercado laboral “obliga” no solo a vivir en pareja sino a que a los dos miembros de la misma trabajen fuera de casa, añadiendo a la lista de problemas familiares la conciliación con el mundo laboral.
La subida del salario mínimo es ridícula, 29 euros mensuales. El “menos da una piedra” o el “más vale poco que nada” no debería servir de consuelo cuando de lo que se trata es de recibir un sueldo justo. Pero hay que seguir mirando. Según la ministra Báñez, el incremento para el año que viene afectará a 533.978 trabajadores, un escaso 3,5% de los afiliados al régimen general de la Seguridad Social[4]. Y de acuerdo a la memoria del Ministerio de Empleo, el perfil de la persona trabajadora que recibe el SMI es el siguiente[5]:
- La posibilidad de cobrar el SMI es mayor para mujeres y extranjeros y decrece con la edad hasta los 60 años. Un joven de 20 años tiene una probabilidad de cobrar el SMI diez veces mayor que una persona entre 50 y 59 años.
- Los no cualificados tienen cuatro veces más de probabilidad de cobrar el SMI.
- Los empleados temporales se ven tres veces más afectados y los de tiempo parcial tienen coberturas de SMI ocho veces superiores a los de tiempo completo.
- Los trabajadores no cubiertos por convenio triplican su exposición al SMI.
Afecta, por tanto, a un perfil de trabajadores que podríamos llamar precarios. Pero como en el cuento del ermitaño que se quejaba de su pobreza porque sólo tenía altramuces para comer y al volverse veía que otro ermitaño iba recogiendo las cáscaras que él tiraba para comérselas, siempre habrá trabajadores más precarios. Según el periódico Cinco Días: “el auténtico problema del SMI, y de sus posibles subidas, es que no tiene efectos en los denominados trabajadores pobres, que por la temporalidad de sus contratos o por trabajar por horas, o sencillamente por estar instalados en la economía irregular, tienen rentas anuales significativamente más reducidas que esta cuantía mínima, pensada para un trabajador a tiempo completo que trabaja todo el año; la herramienta política del SMI favorece a la tipología del trabajador a tiempo completo estable pero no alcanza a quien está en peor situación y sin apenas protección jurídica”[6]. Cobrar 736 euros al mes ya te convierte en trabajador pobre pero sí, se puede trabajar y ser todavía más pobre.
En el relato de los ermitaños, el segundo, el que se comía las cáscaras de los altramuces, se olvida de mirar tras de sí. Si lo hubiera hecho, habría visto el IPREM. En el año 2004, se creó un indicador, el IPREM (Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples), destinado a sustituir al SMI como elemento de referencia en el conjunto de las políticas públicas de gasto y transferencias a las familias. Es decir, un indicador para determinar qué renta permite optar a becas, ayudas para VPO, acceso a la justicia gratuita… Pero también es el indicador que determina, por ejemplo, cuál es la prestación por desempleo mínima y máxima que se puede cobrar o, como en el caso de la Comunidad Autónoma de Murcia, qué cantidad de Renta Básica de Inserción se recibe (el 80% del IPREM).
El IPREM es notablemente más bajo que el SMI, que ya es decir. En 2017, tras una subida del ¡1%! se situó en 537,84. Este dichoso indicador se fija anualmente por el Gobierno, mediante Real Decreto, y previa consulta con las organizaciones sindicales y asociaciones empresariales más representativas, teniendo en cuenta el índice de precios al consumo, la productividad media nacional alcanzada, el incremento de la participación del trabajo en la renta nacional y la coyuntura económica general. Los factores que más se tienen en cuenta son la inflación (medida por el IPC) y el nivel medio de productividad del país[7]. Esto viene a decir más o menos que el gobierno fija el IPREM según le venga en gana. Primero lo crea y después, cual bonsái, lo cuida para que se mantenga pequeño.
¿Por qué crear un nuevo indicador cuando ya estaba el SMI como cifra de referencia? Pues para poder llevar a cabo subidas del SMI sin presionar al alza sobre el gasto público[8]. Así, la escenificada subida del SMI no afectará a aquellas personas que están fuera del mercado laboral (antes de 2004, sí lo habría hecho), abriendo todavía más la brecha entre quienes están dentro (trabajan) y los que, que quede claro, están fuera (no trabajan). Se convierte, así, en una herramienta publicitaria que permite que, por ejemplo, cuando los informativos repasan el año y hablan de la subida del 12% de la luz o del 4,5% que ha aumentado el gas[9], puedan “compensar” hablando del incremento del SMI. Mientras se ilumina, fotografía, televisa y redacta la subida del salario mínimo, sin explicar con calma y claridad los pocos efectos reales de tanto fuego de artificio, las siglas que gestionan la miseria de la pobreza quedan tan tapadas como la misma pobreza, que sigue siendo algo obsceno, algo que no debe mostrarse.
[1] https://elpais.com/economia/2017/12/26/actualidad/1514281679_625692.html
[2] http://www.expansion.com/economia/2017/05/13/5912f30ae2704e444e8b45a9.html
[3] http://www.eapn.es/estadodepobreza/
[4] http://www.lavanguardia.com/economia/20171226/433891768472/salario-minimo-smi-firma-sueldo.html
[5] https://www.libremercado.com/2017-12-26/que-consecuencias-reales-puede-tener-la-subida-del-salario-minimo-1276611177/
[6] https://cincodias.elpais.com/cincodias/2017/01/09/economia/1483980678_760680.html
[7] https://opcionis.com/blog/salario-minimo-interprofesional-smi-e-iprem-2014/
[8] https://blogs.elconfidencial.com/espana/tribuna/2016-12-12/politica-salario-minimo-acuerdo-pp-psoe-economia-laboral_1301646/
[9] https://elpais.com/economia/2017/11/07/actualidad/1510060510_394409.html