Los procesos de participación suponen tomar conciencia. Tomar conciencia de uno mismo, de nuestra subjetividad, y tomar conciencia del mundo que nos rodea, cómo es, cómo nos afecta. Suponen también decidir qué clase de vínculos queremos establecer entre los dos, nosotros y el mundo.
Los procesos de participación suponen la condición previa de la toma de conciencia. Decía Feuerbach que “nuestra época, sin duda alguna, prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser…”. Vivimos en una sociedad espectacular en la que todo lo que se nos muestra son imágenes interesadas y tergiversadoras. Supone un esfuerzo considerable desvelar el mundo real que nos rodea pero el esfuerzo merece la pena. Viviendo entre imágenes, que nos saturan los sentidos, acabamos asumiendo papeles que no nos corresponden, papeles que nos son asignados. Vivimos incluyéndonos en distintas categorías: trabajadora, consumidor, padre, voluntaria… Incluso asumimos categorías que podríamos decir que definen no realidades. Estar en situación de pobreza y exclusión te define a partir de una larga lista de noes: no puedes encontrar un buen trabajo, no puedes consumir lo mínimo como para no pasar privación, no puedes acceder a una vivienda en condiciones, no puedes calentar tu casa en invierno, no puedes obtener buenos resultados académicos… Participar implica iniciar procesos que borran el no. En cuanto la conciencia empieza a dejar atrás las imágenes espectaculares empieza a aparecer la realidad que nos corresponde. Una realidad en la que el simple hecho de ser personas nos convierte en seres valiosos por nosotras mismas, merecedores de toda una serie de derechos que, en muchas ocasiones, no se cumplen. Como personas somos una totalidad. Un todo que, participando, se abre al otro, a la sociedad, a sus organizaciones, a la responsabilidad política… Un todo que se llena y se hace a partir de los vínculos que decide establecer con su entorno. Unos vínculos que dejan de estar teledirigidos, que no imitan comportamientos predeterminado, que se liberan de la comodidad, que buscan nuevas alternativas, nuevos caminos, nuevos mundos.
Toda teoría necesita de una práctica. Todo discurso debe convertirse en acción. En ese sentido, como ya explicamos en la primera parte de este texto, la Red de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión de la Región de Murcia (EAPN – RM) organizó el VIII Encuentro Regional de Participación de Personas en Situación de Vulnerabilidad, Pobreza y Exclusión Social en la Región de Murcia, con el título de “Derechos Humanos y Ciudadanía”. Fueron seis los derechos que se trabajaron en esas jornadas. Lo que sigue es la explicación que sobre cada uno de ellos da Javier Moñino, compañero del Grupo de Participación de la EAPN – RM.
Ciudadanía: Es el conjunto de derechos y deberes por los cuales el ciudadano está sujeto en su relación con la sociedad en la que vive.
Libertad: Todos tenemos derecho a la libertad de expresión, libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo.
Igualdad: Significa paridad formal ante la ley y, así mismo, contiene un estado de cosas en las que hay igualdad de oportunidades.
Justicia: Significa respetar los derechos de todos sin importar condición social o de género.
Solidaridad: Es la determinación firme y perseverante de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos.