La relación que establecemos con determinadas ideas no puede depender de la simpatía o antipatía que nos provoquen sino de en qué medida sirven para conocer y explicar la realidad en la que vivimos. Conociendo una realidad y con voluntad política, se puede cambiar. Mejorar, al menos. No nos gustan nada dos conceptos de los que se habla, escribe y reflexiona de forma permanente en relación a la pobreza y la exclusión: su condición hereditaria y el círculo vicioso que hace tan difícil salir de ella. La herencia de la pobreza es sencilla: se nace pobre, se muere pobre y tu descendencia es, y será, tan pobre como lo has sido tú. El circulo vicioso se podría representar con el siguiente ejemplo: una niña nace en una familia en situación de exclusión; va al cole pero se lo deja al pasar al instituto; se queda embarazada con, digamos, diecisiete años; sin dejar de ser niña se convierte en madre y, como tal, repite lo que ha visto hacer; siendo madre le será muy difícil encontrar trabajo y si lo encuentra será precario; cuando venga a darse cuenta, será abuela; su biografía se parecerá, salvo que algo lo impida, a la de su hija y a la de su nieta.
Ambos conceptos funcionan como contrapesos a lo que los libros de Sociología llaman “movilidad social”. La pobreza y la exclusión son situaciones transitorias, entendiendo situación como una serie de condiciones de vida de las que, no podemos pensar lo contrario, se puede salir. Habrá herencia, el círculo podrá viciarse todo lo que quiera pero en nuestro trabajo como red nos inspira el hecho de que hasta los conceptos más acertados se pueden terminar cambiando.
Dos datos que ilustran de lo que hablamos. “7 de cada 10 mexicanos que nacen en pobreza seguirán así toda su vida”. El responsable del centro de estudios que ha puesto esto de manifiesto, corrobora la idea sobre la terca estabilidad de la movilidad social y añade un matiz. Cuanto más alto se nazca en la “escala social” más fácil será seguir subiendo en ella. Por otro lado, algo más cerca: “El problema de la pobreza en Albacete se ha cronificado”. El titular lo proporcionaba una entidad del Tercer Sector en su balance anual de 2017. Habría que preguntarse si no fue siempre así. ¿Cuántos siglos llevan la pobreza y la exclusión instaladas en el meollo de nuestra sociedad?
En 2008, el índice AROPE (un indicador consensuado a nivel de la Unión Europea para “medir” la pobreza y exclusión) en la Región de Murcia era 27,5%. En 2016, el último dato que se tiene, era 34,8%. Está claro que, sea cual sea el grado en el que hayamos salido de ella, la crisis sigue muy presente. Si cerramos la horquilla, nos encontramos que el AROPE en 2014 fue de 44,9%. Esto supone un descenso, de ese año al pasado, de dicho índice de 10 puntos porcentuales. No es un dato para pasar por alto pero ahora queremos poner el foco en otros. El primero se desprende de un simple vistazo a los tantos por ciento. Sigue existiendo un porcentaje de población muy grande que estaba en situación de pobreza y exclusión antes de la crisis y que sigue en el mismo sitio. Hay un cantidad considerable de gente que ha escapado de una situación de vulnerabilidad pero muchos lo han hecho por los pelos, gracias a trabajos temporales y precarios que obligan a vivir en el alambre, se puede ver el precipicio de la pobreza y la exclusión si se mira al lado de reojo.
Tanto el círculo vicioso como la condición hereditaria de la pobreza son dos ideas que nos hablan de un tiempo que se repite, de privaciones que no acaban, de necesidades nunca satisfechas. Se trata, en todo caso, de verdades estadísticas. Es decir, suele ser así… casi siempre. Las situaciones de pobreza y exclusión están llenas de grietas y por alguna de ellas se puede colar la posibilidad de dejarlas atrás. Las fuerzas sacadas de flaqueza; el empeño por conseguir una vida digna; la voluntad de cambiar las inercias biográficas; las iniciativas de las entidades que combaten las situaciones de vulnerabilidad; ciertas políticas como, por ejemplo, las que proponemos en el Pacto de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión; la sinergia entre los distintos agentes sociales; un empleo de calidad; el necesario compromiso de la ciudadanía… todos ellos son factores que pueden desmentir tanto a los círculos como a las herencias.
Imagen: Algunos círculos (Nueva York, Guggenheim Museum, 1926), de Wassily Kandinsky.