(Una versión reducida de este texto, con 6 comentarios en lugar de 9, apareció publicada en La Verdad con fecha 27 de febrero de 2018.)
- La teórica y activista feminista Judith Butler afirma que “una limitación lingüística común sobre el pensamiento crea y restringe los términos del debate” y que “esos límites siempre se establecen dentro de los términos de un discurso cultural hegemónico”. Si no hacemos el esfuerzo de ir más allá del lenguaje “homologado” no podremos plantear los debates en términos que lleven al cambio. La realidad crea el lenguaje pero, en un camino de ida y vuelta, el lenguaje puede ayudar a modificar la realidad. Cualquier intento de cambio pasa, por tanto, por crear un discurso que se escape de lo hegemónico, unas palabras que impliquen una narración nueva. La batalla contra la pobreza, pues, debe darse también en el campo del lenguaje.
- Las entidades que luchamos contra la misma, como es el caso de las que forman la Red de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social de la Región de Murcia (EAPN – RM) somos conscientes de ello y, a pesar de tener que soportar la crítica de que nos enredamos al usar un lenguaje políticamente correcto, procuramos inventar y usar palabras o expresiones que muestren respeto por las “personas que experimentan pobreza”, que sean inclusivas y no excluyentes, que denuncien las duras condiciones en las que tantas personas deben vivir (“sinhogarismo”) y etcétera. Es cierto que, a veces, este esfuerzo dificulta el discurso y le resta fluidez pero merece la pena.
- En ocasiones, es posible que no acertemos. No hace mucho, una de estas entidades creó la palabra “sinkies”, acrónimo de “single, income, no kids”: solteros, con ingresos pero que juntando sus salarios no llegan al umbral de un ingreso decente y que no se pueden plantear la posibilidad de tener hijos ni ningún otro proyecto vital que no pase por la supervivencia. El significado es tremendo: estamos ante la primera generación europea en décadas que vivirá en peores condiciones que sus padres. Pero el significante, quizás por su fonética, le quita fuerza a la realidad que representa y parece banalizarla.
- Frente al esfuerzo por desenmascarar realidades injustas, está el empleo de la neolengua por parte de los que apuestan por el mantenimiento del status quo. Los ejemplos son numerosos: brotes verdes, minijobs, movilidad laboral, capital humano, reinventarse… Es el lenguaje de lo hegemónico que, por eso mismo, cuenta con tantos altavoces.
- Y llegamos al quid del texto. La Fundación del Español Urgente ha elegido “aporofobia” como palabra del año 2017. Esta palabra fue creada por Adela Cortina, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, hace 22 años. Ella misma explica en un artículo cómo la ideó tras evidenciar que el rechazo al inmigrante era una cuestión económica. Rechazamos al inmigrante pobre pero no al adinerado, al turista, al inversor. Sentimos aversión hacia las personas en situación de pobreza, que es lo que significa aporofobia.
- El ejercicio intelectual de Cortina es brillante porque nos dota de una palabra, una herramienta, clave para enfrentar lo que denuncia. En otro artículo, la filósofa española explica que se pone nombre a las tormentas porque eso hace que nos las tomemos más en serio y nos preparemos para sus efectos. Podemos nombrar el rechazo a las personas pobres. Podemos combatirlo. El mismo hecho de que haya sido elegida palabra del año ha generado numerosos debates, artículos, tertulias… que ayudan a visibilizar la pobreza y a sacarla de los márgenes del discurso, que es donde suele estar.
- Con la aporofobia, al igual que con el machismo, el racismo o la xenofobia, no vale mirar a la persona de al lado como sospechosa y pensar que es algo que no nos concierne, algo de lo que estamos libres. Nos llama a un ejercicio de honestidad y a revisar nuestros pensamientos, acciones y afectos.
- El rechazo del que escribimos puede traducirse en actos muy distintos. Está la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno. Está la mueca de desprecio. Está el insulto. Está la agresión. Y está el asesinato. Una de las experiencias más duras de la pobreza es por la que pasan las personas sin hogar. Según la Fundación Mambré, entre enero de 2006 y octubre de 2012, 118 de ellas murieron como consecuencia de agresiones. Y según el Observatorio Hatento, un 47% de las personas sin hogar han sido víctimas violentas de la aporofobia. Es urgente tomar medidas como su inclusión en el artículo 22.4 del Código Penal para que se pueda aplicar el agravante de delito de odio en este tipo de agresiones.
- Una última reflexión. La categoría de pobre no lo es. Lo que aparece como la “marca” que la sociedad impone a unas personas no es sino una situación, una coyuntura, una serie de cualidades que pueden aparecer y desaparecer. Esto es: uno puede nacer pobre y permanecer pobre pero no “es” pobre, es una persona rodeada por unas circunstancias (familiares, psíquicas, relacionales, educativas, económicas…) determinadas que podrían cambiar. Nadie fue pobre antes de la aparición de una Economía que dejó de atender la satisfacción de las necesidades de todos y de una Política que olvidó “repartir” los derechos por igual. Es una evidencia pero hay que señalarla: se puede dejar de ser pobre. De la misma manera, se puede caer en la pobreza, basta con mirar en la historia reciente y los efectos de la crisis. La evidencia de que la pobreza es circunstancial y no sustancial es el motor de la actividad de las entidades que luchamos contra ella. La pobreza es un fenómeno “histórico” y contingente. Si tuvo un principio, puede tener un final. Somos conscientes de que se puede acabar con ella, y no solo con la que sufren personas y familias concretas, no, con ella en su totalidad. Sonará utópico pero, en realidad, no hacemos más que remarcar lo obvio.
(Foto vía www.escritosenlacalle.com)