Foto: Junto al equipo de la Casa-taller «El Campico» de Cáritas (Mª Carmen es la tercera por la izquierda de las personas que están de pie).
La feminización de la pobreza no es solo que los indicadores de pobreza afecten con mayor contundencia a las mujeres. Es también la forma en la que la discriminación de género hace que la pobreza sea peor.
La entrevista que sigue forma parte de la campaña #MujeresContraLaPobreza que iniciamos el pasado 8 de Marzo. Puedes conocer la campaña, el material y las acciones en el siguiente enlace:
Me llamo Mª Carmen Zamora García. Nací el 22 de diciembre de 1983 en Puebla de Soto y aquí vivo actualmente. Soy trabajadora social por la Universidad de Murcia, promoción 2001-2004, y llevo trabajando en la Casa-Taller El Campico, uno de los tres proyectos territoriales que Cáritas tiene en Alcantarilla, desde hace 16 años. Estoy casada y tengo dos hijos varones, uno de 8 y otro de 4 años.
En el centro soy responsable de los proyectos de familia y mujer. Y me encanta trabajar aquí. Dentro de las cientos de cosas que hacemos yo siempre destaco la misma: el estar. El estar donde casi nadie quiere estar y con quien casi nadie quiere estar. Y ese estar implica acoger, escuchar y acompañar. Estableciendo vínculos y relaciones que van mucho más allá de l acción social y de la intervención.
Trabajas en el Campico. Cuéntanos, aunque sea brevemente, cómo es.
El Campico es un barrio de carácter rural a las afueras del municipio de Alcantarilla en el que viven una mayoría de familias de etnia gitana. Me encantaría decir que es un barrio de esperanza y de alegría, que lo es, pero también es un barrio lleno de sufrimiento y de lucha para salir adelante. Las situaciones de pobreza y exclusión social que viven las familias las abocan a la supervivencia y las carencias que sufren imposibilitan llevar una vida digna.
Para mí, el Campico, tanto la zona como el centro de Cáritas en el que trabajo, es algo muy parecido a un segundo hogar. Llegué hace 16 años, recién salida de la carrera de trabajo social, y aquí aprendí e hice mío el ser y hacer de Cáritas. La opción por los que más sufren. Y la importancia de estar, de acoger y de acompañar.
Una compañera del centro dijo una vez en un encuentro de voluntarios que “el Campico enamora”. Y yo creo que esa afirmación es totalmente cierta. El Campico enamora por sus familias, por la lucha titánica de las mujeres que viven en él y por la dignidad con la que éstas afrontan su día a día. Por lo menos esa es la razón por la que yo me enamoré de este barrio. Escucharlas, acompañarlas, ser partícipe de alguna forma de su vida y de su “empeño en salir” es un regalo y un privilegio.
¿Qué significa “feminización de la pobreza” para las mujeres que viven en el Campico?
El significado de la expresión “feminización de la pobreza” en el Campico es el mismo que en todo el mundo: la probabilidad de ser pobre aumenta si has nacido mujer. Si esto lo sumamos a que la probabilidad de ser pobre aumenta si has nacido en un hogar pobre estamos prácticamente condenando a estas mujeres a unas condiciones de vida marcadas por la exclusión y las carencias materiales.
Es cierto que en un barrio donde la situación de precariedad afecta prácticamente a todas las familias y a todo el núcleo familiar es difícil hablar de feminización de la pobreza. De lo que podríamos hablar en el Campico es de “feminización de la carga de la pobreza”. Es decir, son principalmente las mujeres quiénes sustentan la carga y la sostenibilidad de las familias. Y son ellas las que enfrentan la lucha para ir saliendo en el día a día.
Aún así, la mujer gitana que vive en el Campico tiene mayores dificultades que el hombre gitano que vive en el Campico. Encuentra más trabas en su proceso de desarrollo personal y social por ser mujer. Se le asignan, desde muy jóvenes, roles determinados por el género (especialmente el de cuidadora) que limitan su acceso al empleo, a la educación, a la formación, o a la participación en la vida pública.
Según tu práctica diaria, a qué se tiene que enfrentar la mujer gitana (en pobreza y exclusión social) por el hecho de ser gitana.
Mujer, gitana y pobre. La triple discriminación. La triple barrera para un desarrollo personal y social pleno que les permita, no sólo procesos de inclusión, sino también procesos de empoderamiento que las conviertan en lo que realmente pueden ser: motor de cambio de su comunidad; propulsoras de lucha que demuestren que otro mundo más justo y más digno para todos es posible.
Dentro de la cultura romaní, que aunque va incorporando poco a poco valores de igualdad de género especialmente entre las generaciones más jóvenes, se les ha dado tradicionalmente un papel ligado al matrimonio, a la familia y al cuidado.
Y dentro de una sociedad que no es ajena a los prejuicios por razón de etnia, la comunidad gitana sigue viviendo una discriminación que no viene sino a agravar la exclusión social. Y esto sólo podremos romperlo desde la cercanía y el conocimiento.
¿Crees que la situación de las nuevas generaciones de niñas y chicas es mejor que la de sus madres y abuelas?
La situación de la mujer gitana ha cambiado mucho en los últimos años, entiendo que también motivada por el cambio que se ha dado en la situación de la mujer en general.
En las chicas jóvenes vemos circunstancias que no se dieron en generaciones anteriores: disminución de los niveles de analfabetismo; el acceso a la formación y al empleo; la participación social; el retraso de edad en el matrimonio y la maternidad… El problema es que todos estos avances se diluyen cuando hablamos de familias con niveles de pobreza y exclusión severa. Un porcentaje muy alto de las niñas y las chicas jóvenes del Campico nacieron pobres; no parten en condiciones de igualdad con las chicas del resto de la sociedad y su proceso de desarrollo personal y de inclusión es muy difícil desde estas circunstancias.
Las nuevas generaciones tienen una lucha por delante que debe ser compartida y acompañada: romper la transmisión intergeneracional de la pobreza; disminuir los niveles de exclusión social y garantizar el acceso universal a derechos. De alguna forma, la sociedad ha normalizado o asumido que siempre una parte de la población se queda “en la cuneta”, y hemos generado un modelo que genera exclusión… necesitamos poner la lucha contra la pobreza, la exclusión social y la discriminación en el medio de las políticas sociales y entender que tenemos el compromiso como personas de buscar el bien común de todos.
Participas en el Grupo de Trabajo de Inclusión (*) de EAPN – RM, donde lleváis un tiempo trabajando cuestiones de género. ¿Qué medidas de las que se han propuesto en el grupo te gustaría destacar?
Creo que no se trata tanto de poner en marcha medidas en cuestión de género sino de que todas las medidas que se lleven a cabo desde todas las administraciones (empleo, formación, salud, participación…) se pasen por el filtro del género. La igualdad de género pasa porque todos podamos partir desde el mismo punto de salida y para ello es necesario impulsar en este momento políticas que pongan en el centro a la mujer y que acaben con la discriminación y la desigualdad por cuestión de género. Y mirando especialmente a aquellos sectores de población en los que ser mujer agrava las situaciones de pobreza y exclusión.
¿Cuánto habría de machismo en esta entrevista si recurriéramos a esa pregunta tan habitual cuando la entrevistada es una mujer acerca de cómo concilias la vida laboral y familiar?
No tengo muy claro cuánto de machismo hay en esa pregunta, pero creo que es necesario incidir sobre el tema de la conciliación y poner sobre la mesa una realidad, que nos guste o no, afecta principalmente a la mujer. Es un tema del que se habla mucho y que crea mucho revuelo pero al que de momento no se le dan soluciones efectivas. No existen medidas reales y establecidas que nos permitan conciliar la vida laboral y familiar. Y para mí esas medidas pasan, entre otras muchas cosas, por poder estar tranquila tanto en mi trabajo como en mi familia, y no sentir constantemente que he dejado algo apartado o sin hacer. Y sobre todo no renunciar (ni en el ámbito laboral ni en el ámbito familiar).
Yo concilio como puedo, que creo que es lo mismo que no conciliar. Con abuelas, con actividades extras en el cole, haciendo siempre malabares para que todo encaje. Y sintiéndome privilegiada en esto, porque tengo un horario principalmente de mañana que me deja estar por las tardes con mis hijos y porque desde el centro siempre se me han ofrecido facilidades cuando lo he necesitado. Pero al final no llegas a todo y siempre hay una parte de renuncia.
(*) EAPN-RM ha puesto en marcha un plan estratégico que nos guiará hasta 2023. Dentro de ese plan, los grupos de trabajo han cambiado para ajustarse mejor a la realidad de la pobreza y la exclusión social en la Región de Murcia y centrarse en la defensa de las personas en situación de vulnerabilidad. Mari Carmen forma ahora parte del Grupo de Derecho a unos Ingresos Mínimos.
La entrevista en pdf: